lunes, 27 de junio de 2011

Ayer

El amanecer nos atacó a traición; como si el sol naciente se aliase con los hombres en el deseo 
de destruirnos. Los distintos sentimientos que nos agitaban, de aceptación consciente, de rebelión 
sin frenos, de abandono religioso, de miedo, de desesperación, desembocaban, después de la noche 
de insomnio, en una incontrolable locura colectiva. El tiempo de meditar, el tiempo de asumir las 
cosas se había terminado, y cualquier intento de razonar se disolvía en un tumulto sin vínculos del 
cual, dolorosos como tajos de una espada, emergían en relámpagos, tan cercanos todavía en el 
tiempo y el espacio.....     
       
                       los buenos recuerdos de nuestras casas. 



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