El amanecer nos atacó a traición; como si el sol naciente se aliase con los hombres en el deseo
de destruirnos. Los distintos sentimientos que nos agitaban, de aceptación consciente, de rebelión
sin frenos, de abandono religioso, de miedo, de desesperación, desembocaban, después de la noche
de insomnio, en una incontrolable locura colectiva. El tiempo de meditar, el tiempo de asumir las
cosas se había terminado, y cualquier intento de razonar se disolvía en un tumulto sin vínculos del
cual, dolorosos como tajos de una espada, emergían en relámpagos, tan cercanos todavía en el
tiempo y el espacio.....
los buenos recuerdos de nuestras casas.
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