Desde el Ka–Be no se oye bien la música: llega asiduo y monótono el martilleo del bombo y
de los platillos, pero sobre su trama las frases musicales se dibujan tan sólo a intervalos, a capricho
del viento. Nosotros nos miramos unos a otros desde las camas, porque todos sentimos que esta
música es infernal.
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